¡DÍA DEL PERIODISTA!

07 de junio de 2025
Día del Periodista

Jesús María. Empecé a hacer periodismo gráfico en los ’90, con PC (enooormes y lentas) y teléfono fijo. Del otro lado, había mucha avidez de lectura, empresas periodísticas florecientes y apenas si asomaban los primeros celulares e Internet.

Esas nuevas tecnologías aportaron cambios, sobre todo en las formas de conseguir, procesar y publicar la información, pero aún así, todavía el eje del oficio pasaba por la formación y capacidad profesional. La investigación y el análisis periodístico eran bienes valorados por el público. 

Desde 2010, ya con las redes sociales, se profundizó la migración a plataformas digitales y empezó  a caer definitivamente el diario-papel, del mismo modo en que ahora están en crisis la radio y la TV tradicionales.

La multiplicación de plataformas impuso otras formas y tiempos a la información: textos cortísimos, títulos sin noticia (a lo sumo una pregunta, para inducir el esperado “click”), menos chequeo de información y de fuentes, baja en la credibilidad de los datos.

Los periodistas de la vieja guardia, hay que decirlo, nos adaptamos todo lo que pudimos a las nuevas tecnologías. Resignamos espacios, análisis, profundidad y nos aggionarmos al nuevo modelo. Pero no alcanzó.

Con las redes se multiplicaron las voces y voceros. Todos son periodistas a la vez, sin serlo. Se acabó el compromiso con la verdad y el rigor de construir una noticia consultando fuentes, contextualizando, aportando datos. Eso no va más.

Si a un contenido lo sube un usuario X y logra “viralidad” (la nueva palabrita mágica) y se impone como relato, automáticamente pasa a ser “la realidad”. Aunque en sentido estricto no lo sea.

Hasta aquí, mencioné cambios tecnológicos, de formas, de actores, de empresas y de contenidos en el mundo de la comunicación. A esa batalla el periodismo la dio….. y perdió por goleada.  

La tecnología, que muchos imaginábamos era la puerta para hacer otro tipo de periodismo, en otros formatos, hirió de muerte al “mejor oficial del mundo”, según lo describió Gabriel García Márquez.

Pero lo insólito y lo que más me acongoja en lo personal, es que el golpe de gracia no vino por el lado de lo que el periodismo ofrece al público. No fue, creo yo, un problema de (mala) oferta de contenidos.

El problema final y más profundo es que se evaporó el público. No cambió de gustos. Creo que directamente desapareció. 

Primero se instaló el mundo de las fake news y la posverdad. En una sociedad donde no importa qué es verdad y qué es mentira, y dónde cada vez resulta más difícil distinguir entre ambos extremos ¿cuál sería la relevancia del periodismo? Ya no nos necesitan. Alcanza con 4 o 5 “ensobrados” útiles al poder de turno.

Al ciudadano común ya no le importa lo que hacemos. Nuestra tarea dejó de tener relevancia en la sociedad, por la simple razón de que ya no interesa entender, cuestionar, hacerse preguntas, valorar, contextualizar. 

Cada nota que escribo me pregunto: ¿cuánta gente la leerá? ¿Generará esto algún mínimo debate? ¿Despertará aunque sea una inquietud en alguien? Las respuestas que me doy a mí mismo son absolutamente desalentadoras y me quitan las ya poca ganas que tengo de sentarme a pensar y tipear.

La mayoría de la gente no lee. Y si lo hace, se inclina sólo por lo que le simpatiza y concuerda con sus prejuicios. No escucha otras voces., no valora argumentos. Prefiere mantenerse bien lejos de cualquier cosa que le genere incomodidad, que la saque de su zona de confort o le ponga algún interrogante a lo que ya cree previamente.

En resumidas cuentas: a los periodistas nos cambiaron las herramientas y las formas, y sobrevivimos como pudimos, con cada vez menos empresas, mínimas opciones laborales y sueldos de miseria. Pero ahora nos quedamos directamente sin público, sin receptor. Y contra eso no hay antídoto. Creo que la actividad profesional está en extinción.

Hace ya casi 8 años que salí del circuito periodístico, entendido como un medio donde podía desenvolverme profesionalmente y también ganarme la vida. Ya fue.

Hoy lo veo desde tan lejos y con tanto pesimismo, que para ilustrar este texto recurrí a una foto en la que al menos sí me reconozco 100% como soy: frente a una compu, con el “síndrome de la hoja en blanco”, acomodando ideas en la cabeza y buscando las mejores palabras para hacer comprensible y atractivo un texto final. Una imagen absolutamente de (otra) época.

Aclaración final: al título de este texto no le falta en su inicio la palabra “Felíz”. Hace rato que los 7 de junio dejaron de ser felices para mí, y creo que para la inmensa mayoría de los que amamos el periodismo. Perdón por la catarsis pública, pero uno siempre añora lo que lo más valora y perdió.

07-06-2025

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