La estancia de Zerboni cumple un siglo como testigo y protagonista de la ciudad

Su superficie equivale a casi toda la mancha urbana de Jesús María y se mantiene intacta desde hace 100 años. La posible expansión de la ciudad hacia el Oeste depende en buena medida de ese millar de hectáreas, hoy destinadas a producción agrícola.

Historias15 de agosto de 2024 Rubén Curto
Casa de Zerboni

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Jesús María. Para quienes vivimos en este rinconcito del mundo, “estancia” y “Jesús María” son palabras amigas, casi hermanas se podría decir. Nuestro origen como pueblo se reconoce en la creación de la Estancia Jesús María (hoy Museo Jesuítico Nacional) allá por 1618, por parte de los jesuitas. Más aún, le solemos llamar “la Estancia”, así, a secas, porque es la más importante y conocida. Es un orden de prioridades, con fundamento histórico. Y resulta lógico.

Pero en la etapa urbana de Jesús María, desde 1873 en que Pío León trazó lo que sería la ciudad, hasta nuestros días, aparecen también otras estancias relevantes.

En lo personal, siempre me divirtió la idea de pensar a Jesús María como el jamón del medio en un imaginario sándwich, que tiene como panes en ambos lados a las estancias La Florida (al Este) y Zerboni (al Oeste), esta última también conocida como “La Loma”, en referencia al alto que hay en la zona de barrios la Represa y Parque Suizo. 

En alguna medida, ambos campos modelaron y modelan la expansión territorial de la ciudad, que al Norte y Sur tiene límites infranqueables: sus vecinas Sinsacate y Colonia Caroya, respectivamente.

¿Alguna vez te planteaste lo poco que sabemos de la Estancia Zerboni, pese a que está metida como una cuña en la trama urbana y representa la convivencia territorial de campo y ciudad? 

Apenas cruzamos el puente Arturo Maturano, dejando atrás el anfiteatro de Doma, se nos abre el Camino Real y están a la vista el predio de Doña Pïpa y el Museo Jesuítico. Y enfrente, casi perdida entre la arboleda, una entrada de piedra nos avisa que ya no se puede pasar. Y no pasamos. Sólo se avisora un viejo cartel que reza: “La Loma. Propiedad privada”. Al fondo, imponente, se ve una vieja casona.

Cruzar esa tranquera es como entrar al ropero de Narnia. Es transportarse a otra época y otras coordenadas. Mirá, si no.

 

De próceres y herederos

La Estancia Zerboni ocupa casi mil hectáreas, desde el Camino Real hasta la zona que conocemos como Los Dos Ríos, casi lindando al Oeste con el camino a Santa Catalina. 

El territorio tiene un formato más bien cuadrado y cuando se lo mira en un plano o desde Google Maps impacta: su superficie es equivalente a la mancha urbana de Jesús María. Son como dos fracciones de campo y ciudad, enfrentadas en espejo.

Estancia La Loma

Husmeando un poco en la historia, nos enteramos que la casa ubicada en la entrada de la estancia fue construida por Pío León, para destinar al veraneo de Enrique Rodríguez, quien fuera gobernador de Córdoba entre 1874 y 1877. Esa construcción acumula 150 años.

“Pío León le regaló esa casa a Rodríguez, quien muere en 1891. Sus hijos la querían vender, pero no tenían escritura, entonces reunieron a tres personas de Jesús María que atestiguaron sobre la donación original de Pío León”, afirma Juan Zerboni, actual propietario de la estancia, en diálogo con El Despertador.  

Luego la casa pasó por varias manos, y su último titular fue Antonio Agüero, hermano de Vicente Agüero, también propietario de Estancia La Florida (llegó a tener 3.000 hectáreas) y auténtico prócer de toda la zona, cuyo nombre identifica al Hospital Regional de Jesús María y también a una vecina comuna.

Juan Zerboni cuenta que entre 1910 y 1920 su abuelo solía veranear en Ascochinga y que le encantaba toda esta zona. Así fue que al enterarse de que aquí estaban en venta campos de un señor llamado Baldomero Llerena, se interesó en su compra.

“Llerena vivía en lo que es hoy el Museo Jesuítico y tenía hipotecado su campo con el Banco Nación. No pudo pagar y se lo remataron judicialmente. Ahí lo compró mi abuelo”, aporta Juan Zerboni.

Así nació la Estancia Zerboni. Un primer plano de esos campos data de 1924, con lo cual estaría cumpliendo ahora un siglo en manos de esa familia.

Estancia La Loma 1924

Sin embargo, la vieja casona que venía por la ya detallada línea de Pío León- Enrique Rodríguez-Antonio Agüero, no formaba parte todavía de la estancia. Fue el mismo Zerboni quien la compró luego a la sucesión de la familia Agüero y la anexó a la estancia.

Ya dentro de la familia Zerboni, el mencionado Juan Zerboni heredó estas propiedades a través de su abuelo y tomó las riendas del campo en 1989. Entonces delegó en Federico, uno de sus cuatro hijos, la administración de la producción del mismo, que arrancó con ganadería y luego giró hacia el maíz, la soja y los garbanzos.

Los Zerboni son oriundos de San Antonio de Areco, provincia de Buenos Aires, donde poseen otras estancias y actividades agropecuarias.

“Recuerdo que tenía 20 años y me mandaban desde Buenos Aires a trabajar a este campo. Llegaba a Jesús María desde Córdoba en la empresa de transporte Cadol y me iba a la estancia en bicicleta. Desde entonces, vengo siempre”, cuenta Federico, que es hoy la cara visible de los Zerboni en todo lo atinente al manejo de la estancia.

También recuerda con nostalgia a Antolín “Tata” Ferreyra y su esposa Ernestina, quienes fueron durante décadas los encargados de la estancia. Sus salidas en sulky por las calles de Jesús María fueron (hasta hace poco) todo un clásico. “Creo que la Municipalidad hasta les tuvo que dar un permiso especial para circular, porque el suyo era de los últimos transportes tracción a sangre del pueblo”, evoca Federico.

Luego nos muestra las dependencias de la casa, con todos los muebles de época intactos, e iniciamos una charla en la hermosa galería, que mira hacia la ciudad. Al fondo se ve cómo sobresalen en la altura algunas palmeras de la plaza Pío León y los nuevos edificios que ya perfilan la Jesús María que viene. La ciudad del pasado y la del futuro se dan la mano en una postal.

Federico Zerboni

 

De cara al futuro

La Estancia Zerboni se conserva casi intacta desde hace un siglo. Sólo cedió un centenar de hectáreas para loteos que en la década de los ’90 iniciaron el mencionado Juan Zerboni y su amigo y socio Juan Manuel del Franco.

Empezaron con lo que es hoy barrio La Represa y Altos de la Represa y continuaron. Ya en Sinsacate, con Solares del Camino Real y San Isidro del Camino Real. Ahora es el turno de Lomas de Jesús María, continuando Parque Suizo hacia el Oeste.

Hay una ley no escrita entre los urbanistas, que dice que todas las grandes ciudades crecen hacia el Oeste (Córdoba, Buenos Aires). Y todo indica que Jesús María también quiere mirar hacia las Sierras. 

Iniciamos esta nota con referencias a la evidente influencia que la Estancia Zerboni tiene sobre el desarrollo de Jesús María, justamente por la disponibilidad de tierras que no abundan, en una ciudad a la que la superficie disponible ya le quedó chica y que está creciendo hacia arriba. Es lo que viene, sin dudas. 

Los Zerboni tienen media llave para destrabar una eventual expansión hacia el Oeste, aunque ya en jurisdicción del Departamento Totoral. Tierras e ideas sobran, para armar un plan de desarrollo que podría reconfigurar por completo la ciudad. La otra mitad de la llave depende de las autoridades políticas de la zona y de la aprobación, o no, de esos proyectos.

Pero esa es una historia que todavía no ha sido escrita y que, seguramente, contaremos dentro de algunos años.

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