En el año de la pandemia, un solo bolsillo ganó: el del municipio.

Cerró 2020 con 87 millones de pesos de excedente, en colocaciones financieras. Pese a tener fondos, eligió no ejecutar obras y bajar la calidad de los servicios, en desmedro del excelente cumplimiento tributario de los vecinos. Eso sí, a las tasas para 2021 igual las aumentó un 35 por ciento.

Economía 15 de enero de 2021

Jesús María. Si le consultáramos a cualquier jesusmariense promedio cómo le fue económicamente en 2020, la respuesta casi que estaría implícita en la misma pregunta: para el olvido.

Muchos se quedaron sin trabajo y los que lo conservaron fue con menos ingresos y perdiendo a lo loco contra la inflación. Ni hablar de los comercios, cuyas ventas se desplomaron a cero durante meses. Lo mismo muchas empresas y  profesionales que no pudieron trabajar.

Pero hubo un actor económico al que le fue bien y hasta muy bien se podría decir, en medio de la crisis generalizada: la Municipalidad de Jesús María, que cerró el año con 87.425.007 de pesos en  colocaciones financieras, más precisamente 65.369.456 de pesos en  FCI (Fondos Comunes de Inversión), y el resto en efectivo, en cuentas corrientes y cheques.

 

Arqueo de Caja.

Este municipio de la abundancia, en medio de vecinos cada vez más apretados en sus  finanzas ¿es producto de una gestión excepcional? ¿Llovió plata del cielo? Nada de eso. 

Por empezar, y contra todo lo que se creía, durante la pandemia el municipio recaudó más que bien. Había presupuestado ingresos por 1.029.523.149 de pesos y recibió, efectivamente, 942.120.628, o sea el 91,5 por ciento. El cumplimiento de los vecinos en el pago de tasas fue más alto aún: 94,4 por ciento de lo proyectado. Y los ingresos previstos de otras jurisdicciones (Provincia y Nación) se cumplieron al 100 por ciento.

Por empezar, esto hace caer por su propio peso el argumento del intendente Luis Picat, cuando muy suelto de cuerpo dijo en marzo pasado que había recibido un municipio endeudado en 90 millones de pesos, cuando en realidad recibió casi 40 millones que le permitieron pagar sueldos y aguinaldos apenas asumió el cargo.

La “caja” de 87 millones de pesos con que cerró 2020 es más bien producto de su decisión de subejecutar el presupuesto y el dinero disponible. Dicho de otro modo: plata había y hay, sólo que él decidió no  gastarla.

Y eso se refleja, claramente, en que casi no hubo obra pública y la prestación de servicios cayó de manera evidente. El caso de la higiene urbana es por demás elocuente, con repetidas postales de contenedores tapados de residuos en toda la ciudad.

Además, en pandemia el municipio echó empleados, redujo el pago de horas extras y, durante meses, casi no brindó servicios en áreas como deportes, educación o cultura. Todo ahorro y recorte.

Los números hablan. De 47,5 millones de pesos previstos para obra pública, se ejecutaron sólo 28,8 millones (60 por ciento); para el mantenimiento de calles sólo 2,2 millones de 4,1 millones (53 por ciento) y para el tratamiento de la basura se gastó 0 peso. 

Lo mismo pasó con los planes de viviendas, donde se invirtieron sólo 7 millones sobre 16 millones de pesos previstos, y ni qué hablar de la compra de maquinarias y equipos:  proyectaba invertir 7 millones pero concretó apenas 1,9 millón (27 por ciento).

 

Vecinos pobres, municipio rico.

Habrá, seguramente, quienes aplaudan el “ahorro” bancario del municipio. 

Si eso ocurriera en una familia o una empresa, obviamente que estaría muy bien. Pero acá hablamos de otra cosa. El objetivo de un municipio, ¿es tener excedente financiero o brindar más obras y servicios?  ¿No es acaso, por definición, un prestador de servicios con la plata de todos?

¿Sirve contar billetes inmovilizados en un Banco, mientras -por ejemplo- los comerciantes, locales de comidas, gimnasios, transportistas escolares, micro emprendedores (y un largo etcétera de situaciones sectoriales similares) pidieron a lo largo de todo el año -y no obtuvieron- ayuda del municipio? ¿Qué opinarán los empleados municipales de todo esto? ¿Y los vecinos?

Lo dicho: la esencia de cualquier Municipalidad es brindar servicios, y más aún cuando una crisis excepcional como la que implica la pandemia golpea a todos de manera transversal. 

Resulta ilógico por donde se lo mire que los vecinos padezcan la crisis y que encima lo que pagan en tasas no vuelva en prestaciones.

Otra arista para analizar la misma cuestión. Con un excedente de 87 millones de pesos, y sin haberles devuelto ni una moneda a los vecinos pese a su excelente comportamiento como contribuyentes, ¿no era el momento de suavizar el aumento de impuestos para 2021? ¿No era hora de tener al menos un gesto hacia la inmensa mayoría que la está  pasando mal?

Parece que no. La decisión fue aplicar igual una suba del 35 por ciento en las tasas para ir a la par de la inflación. ¿Los comerciantes y vecinos de bolsillos flacos en 2020 van a tener que bancar, otra vez, al municipio en 2021? ¿Qué reciben a cambio? 

Dejando de lado la cuestión respecto de si un municipio debe ahorrar o hacer obras (cada cual tendrá su opinión), también da para analizar el contexto y la oportunidad de inmovilizar dinero en el sistema financiero.

¿Es negocio colocar el dinero en fondos de inversión, donde a duras penas y con viento a favor se puede aspirar a sacarle un empate a la inflación? En una economía inflacionaria como la nuestra, la plata se evapora, se desvaloriza por minuto.

Sería mucho más razonable, entonces, que esos 87millones de pesos se hubieran destinado a capitalización en vez de quemarse en la hoguera del riesgo financiero. ¿Ejemplos? Comprar maquinarias, renovar la flota de vehículos, comprar cemento, adoquines, es decir, los insumos dolarizados que aumentan todos los días y para los cuales sería provechoso congelar precios.

El eje de prioridades es el que definió el intendente Picat, con el Cr. Adolfo Gros como brazo ejecutor. Ese funcionario dejará la Secretaría de Hacienda a fines de este mes, en busca de un mejor destino personal  y laboral (está en todo su derecho), en el ámbito privado.

Cumplió su tarea técnica: dejar una planilla Excel con abultado saldo bancario. Lástima que los 40 mil vecinos de Jesús María no sean parte de los beneficios y sólo carguen el peso del ajuste.

Rubén Curto

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