Pbro. Mario Sánchez, Párroco de Jesús María, “Frente a los casos de abuso sexual, hay que tener mano dura”

Cuenta lo difícil que fue suceder al padre Julio Aguirre, luego de la causa judicial que protagonizó y su impacto en la feligresía. En un mano a mano, habló de todo: la pobreza, sus preferencias políticas, su preocupación por el avance de la droga, el celibato, y hasta de su pasión por el periodismo y por Talleres.

30 de abril de 2025 Rubén Curto
Padre Mario

Jesús María. El mate y el termo no se le despegan de la mano y el antebrazo, casi al estilo de los uruguayos (aunque él es más cordobés que la peperina), y se dispone a la charla franca. El padre Mario Sánchez va rumbo a sus seis años ya como párroco de Jesús María, momento en que deberá revalidarse con una suerte de “reelección” en el cargo. 

Llegó a la ciudad en diciembre de 2019, en medio del tembladeral que generó la salida de su antecesor, el padre Julio Aguirre, que tras 28 años de ministerio y con una gravísima acusación penal por abuso sexual, fue trasladado primero a Córdoba y luego privado del estado clerical (dejó de ser sacerdote).

El padre Mario no le esquiva al bulto a la hora de hablar. Sabe que aquel episodio obró inicialmente como un condicionante muy fuerte ante la feligresía, que lo puso a prueba.  

Si en 28 años de estadía, los jesusmarienses no llegaron a conocer real y cabalmente al verdadero padre Julio, que de buenas a primeras salió a la luz como autor de un delito aberrante, ¿qué pensarían del párroco nuevo, desconocido y recién llegado a la ciudad? Las primeras preguntan ahondan en esa trama.

¿Por qué cree que lo eligió a usted el Arzobispado para reemplazar a Aguirre? 

- Cuando el Arzobispo necesita hacer un cambio, en cualquier caso, siempre se fija en el perfil, en las capacidades, en los años de sacerdocio, y muy especialmente cuando son momentos de dificultad. Él creyó que era la persona indicada para ese momento singular. Arranqué en diciembre de 2019, para que la comunidad no quedara sin cura tras la salida de Julio. Me fui de vacaciones enero y en febrero de 2020, ya asumí oficialmente. Acepté el desafío, porque me encanta Jesús María. Estoy muy feliz acá.

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Convengamos que fue un debut marcado por dos cuestiones muy fuertes: el inicio de la pandemia y el escándalo del párraco anterior.

- Cuando acepté venir, sabía que me iba a encontrar con mucha gente herida, con situaciones difíciles, y la verdad que la pandemia provocó como un cierre, como un volver a empezar. Hubo gente que no sintió tanto la salida del párroco anterior, más allá de los motivos por los que se fue. Creo que la situación de pandemia apaciguó mucho, entonces a mí me tocó después salir de la pandemia y fue como un recomenzar todo de nuevo, como que la parroquia era otra y tenía otro cura. Se sintió menos el cambio.

¿Entonces esa coyuntura sirvió también para dividir aguas con lo anterior y arrancar su propia gestión desde cero hacia adelante?

- Exactamente. La pandemia fue terrible, pero en ese sentido me benefició, dicho esto entre comillas por supuesto, porque la gente sufrió mucho. Yo también tuve covid y estuvo bastante bastante complicado.

Y respecto de la parroquia en sí, imagino que la situación del padre Julio alejó a muchos feligreses….

- Sí, claro, pero hubo de todo. Gente que lo quería mucho y que de repente se sintió quizás defraudada, gente que no lo quería y regresó a la parroquia, y otros a los que les daba lo mismo. A diferencia de otras parroquias, Jesús María tiene un movimiento muy fuerte de gente. Muy fuerte. Hay parroquias a las que la gente no ha vuelto ni a misa, después de la pandemia. Acá las misas están llenas de gente. Atiendo a 14 comunidades y veo eso, más allá de la sede parroquial. Las tres misas del domingo se llenan. Es algo singular de Jesús María.

¿Y cómo vive, como sacerdote y miembro de la Iglesia, la cuestión del abuso sexual?

- En ese tema tenemos que tener mano dura. Mucho más allá de que el protagonista sea o no un sacerdote, es una cuestión social fuerte. Está comprobado que los mayores abusos se producen el seno de la familia, con padres, abuelos, tíos, primos, como protagonistas. El sacerdote, como hombre, es hijo de una familia. Creo que en esos casos hay un desequilibrio afectivo, emocional, psicológico, que no lo podemos permitir. Ya el papa Benedicto impulsó la mano dura y habló de tolerancia cero. Se han armado protocolos para que apenas haya una sospecha o denuncia, o lo que sea, la persona sea apartada inmediatamente, para que haya libertad en la investigación.

No parece que todos piensen así en la Iglesia al menos

- Yo creo que hoy por hoy estamos de acuerdo en lo de la tolerancia cero, totalmente. Que se investigue lo que haya que investigar. El obispo tiene una decisión muy firme en eso y creo que es el camino a seguir. Hay protocolos de actuación no solo para el abuso sexual, sino también abusos de autoridad, psicológico. Hay una oficina específica que recibe toda esa información.

Algunos asocian la repitencia de casos protagonizados por curas, a la cuestión del celibato.

- No, no. Yo lo vinculo más a lo afectivo. Es algo que va mucho más allá del celibato. Como dije, los casos más graves son en la propia familia, y allí no son célibes. El abuso viene más por el lado de una cuestión de enfermedad mental. 

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Si se pudiera, ¿usted se casaría o formaría una familia?

- No, yo no me casaría, pero si esa fuera una opción, no me molestaría. Tenemos un estilo sacerdotal para el cual la libertad personal y disponer de tiempos propios es muy difícil. Si uno tuviera familia, no podría dedicarse 24 horas a la tarea pastoral, porque las obligaciones serían otras, pasarían por la esposa, los hijos. ¡Si alguno de ellos se enfermara, no te podrías ir a dar misa!

¿Qué tan demandante es la condición de párroco? ¿Qué margen de vida privada tiene usted?

- Es una tarea full time. El margen es el que uno mismo se pueda organizar. Por supuesto que descanso, pero demanda hay igual todo el día. Para mí son sagrados los lunes, porque me los tomo para ir a Cosquín a ver a mi papá. Es algo que me despeja mentalmente. Los fieles ya saben que los lunes la parroquia se cierra. Mis vacaciones también están condicionadas. No salgo nunca en enero por el Festival de Doma. Me encanta estar, voy todas las noches. El primer año que vine, salí de vacaciones y justo fue cuando murió un jinete. No me perdoné nunca no haber estado acá. Creo que hacía falta una oración y un consuelo en ese momento. Desde entonces, me impuse estar siempre en Jesús María en enero.

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Jesús María, amor a primera vista.

¿Siente que la gente, los fieles, le ponen una lupa todo el tiempo, que lo miran diferente? Digo porque venimos de párrocos como Pereyra Duarte o Julio Aguirre, con casi 30 años de permanencia cada uno.

- Sí, obviamente que lo siento así. Hay gente a la que le costó el cambio de párroco. Acá están acostumbrados a largos períodos. Hay que aclarar que los anteriores nombramientos se hicieron antes de 1983 cuando se cambió el derecho canónico. Ahora se nombran párrocos por tiempo determinado, antes no se podía.

¿Se imagina viviendo 30 años en Jesús María?

- No sé si tanto. Ahora son 6 años, con posibilidad a otro período igual. Creo que 6 años son pocos y 12 o hasta 18 años es un buen tiempo. Pero depende mucho de la necesidad de la diócesis.

¿Cómo es Jesús María en términos de comunidad en general y vista desde lo eclesiástico?

- Siempre ha sido una comunidad deseada por los curas en general, pero como los que venían siempre estaban fijos, eran casi como intocables. A los demás nos quedaba resignarnos y pensábamos: ´a mí no me va a tocar nunca´. 

¿Por qué es atractiva?

- Por su idiosincrasia de pueblo-ciudad, con mucho movimiento, siempre creciendo, y está muy cerca de Córdoba. Implica un trabajo pastoral muy fuerte

¿Tiene menos conflictos que otras comunidades?

- No, conflictos hay en todos lados, tanto a nivel comunitario, eclesiástico o civil. El conflicto es inherente al ser humano. Jesús mismo fue a buscar a la oveja perdida, el pecador. En cada comunidad, ninguno es perfecto. Somos refugio de gente que necesita contención.

¿Su tarea está más centrada en la parroquia o en el territorio?

- De todo un poco. No puedo quedarme en la parroquia, sin atender las necesidades de un montón de gente. Hay muchas pobrezas, no tanto la material, salvo algunos casos puntuales. Hay soledades, gente que necesita orientación en su vida. Hay gente que me ayuda mucho, como los ministros de comunión. Algunos se animan y hasta hacen una oración, un responso, una bendición. 

La pobreza material ha sido y es motivo de fuerte pronunciamiento y de críticas desde la Iglesia hacia la política. ¿Cómo ve esa situación en la zona?

- Hay sectores vulnerables, como Sierras y Parques, Malabrigo, Costanera, Güemes, pero no veo pobreza grave. No hay miseria. Sí está muy presente la droga, aunque también en otras clases altas, aunque ahí se note menos. Hay barrios de clase trabajadora, que se han empobrecido. 

¿Le interesa la política? ¿cómo la vive?

- Me interesa mucho. Mi hermano fue concejal en Santa María de Punilla. Mi abuelo, radical de toda la vida y mi papá, apolítico, sin identidad fuerte. En la Iglesia tenemos libertad en lo político. Hay curas que se expresan totalmente peronistas, kirchneristas, radicales. Más allá de párrocos, primero somos ciudadanos. Lo bueno es no ponerse la camiseta, porque eso puede generar rechazos. Hay que tener libertad plena.

¿Entonces? ¿tiene simpatía hacia el radicalismo?

- No, no me casé con ninguno. Puedo simpatizar con alguna persona u otra persona, pero no me siento de un partido. A la hora de votar, corto mucho la boleta.

Y desde lo ideológico, ¿dónde se para?

- Me gusta el centro, ser equilibrado. Soy de la franja independiente. Creo que los extremos se tocan. Uno puede criticar un kirchnerismo populista, pero también una derecha populista. A mí me gusta ser crítico. Otros prefieren hacer una opción fuerte. No es mi caso.

¿Los fieles llevan la política a la parroquia?

- No tanto. La gente viene a escuchar Evangelio. La palabra de Dios te da fortaleza para la vida, más allá de la situación de cada uno. 

¿Qué le gusta y qué no de la ciudad?

- Me gusta mucho la tranquilidad, la gente, cómo viven. No hay desproporción en la ciudad, tiene una escala humana. No hay algo que no me guste. Sí me duele, como ya dije, el flagelo de la droga

¿Viene gente a pedir ayuda por estar atrapada por adicciones?

- Eso sí. Y cada vez más. Estoy armando justamente una Pastoral de adicciones, porque vemos que hay que contener y escuchar. Hay chicos que vienen drogados a la iglesia. De todo nivel social.

En barrios populares, como por ejemplo Sierras y Parques, es muy llamativo ver casi una iglesia evangélica por cuadra o manzana. ¿Le han ganado territorio a la Iglesia Católica en los sectores más marginados?

- Yo creo mucho en la libertad de la gente. Libertad para elegir dónde cada uno quiere vivir su fe. En los evangélicos, veo mucha indiferencia entre ellos, cada pastor tiene su iglesia, su saloncito, su gente. La iglesia protestante oficial, el anglicanismo, no avala pequeñas células y que cada pastor arme su lugar de culto, sin rendir cuentas a nadie. Si bien pueden ser muchos locales los que hay, quizás no cuentan con tanta gente en cada uno. En Sierras y Parques, para primera comunión, bautismos y hasta ayuda social, se ciñen mucho a lo católico, a través Cáritas. Eso no quita que la búsqueda de la gente quizás ha sido fruto de una falla nuesta. Si vos no cubrís un espacio y la gente necesita… lo busca en donde esté a mano. Por eso estamos saliendo a misionar, con muy buenas experiencias en varios barrios.

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En lo personal, tengo entendido que comparto con usted dos pasiones: la comunicación y Talleres. ¿cómo se lleva con ambas? 

- Ja, ja. Antes de entrar al Seminario, estudié periodismo. Hice 3 años la Tecnicatura. Tenía esa vocación desde el final del secundario y después empecé en la Facultad. Me fui a Río Gallegos a hacer el servicio militar un año, y cuando empiezo segundo año de la Facultad, llegó a mi pueblo un párroco nuevo, que me impactó. Ahí dije: ´esto es lo que yo quiero ser´. Despertó mi vocación. Así que completé tercero año de Comunicación y entré al Seminario. La comunicación me sirvió de mucho. Hice locución con Mario Luna y tengo un programa en Radio María, un día a la semana, sobre formación litúrgica. Me encanta la radio.

Y de Talleres…. soy hincha desde chico, por la familia. Mi papá es de Vélez y me hizo un poco simpatizante en la época de (Carlos) Bianchi, pero siempre me tiró más Talleres. Empecé a ir a a la cancha en los últimos 15 años. En el Kempes, y por invitación de Andrés Fassi, junto al padre Javier Soteras hacemos la oración previa a cada partido. Cuando Talleres juega de local, voy siempre.

¿Perfil de hincha? ¿Tranqui o medio barra brava?

- Soy muy pasional. Vuelvo afónico de la cancha. No soy de putear mucho, pero sí soy bastante intenso.

En época de posverdad, redes sociales y de fake news, a los propios medios de comunicación les cuesta llegar a su público. ¿A los curas les pasa lo mismo con la feligresía?

- Nosotros tenemos la ventaja de que la gente que llega a la iglesia es porque está buscando ayuda. La gente tiene cariño y respeto por la palabra del sacerdote.

30-04-2025

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