Santiago Esteso se despidió en silencio.

Afectado por una grave enfermedad desde hace años, la pandemia alejó de las primeras planas los homenajes que mereció por su calidad humana y profesional.

SOCIEDAD13 de mayo de 2021

Jesús María. El Dr. Santiago Esteso falleció el lunes 10 de mayo cobijado en el afecto de su esposa Berta y sus hijos Santiago, Pedro e Ignacia, la querible “Pepa”, y sus nietos.

Todos los que trabajamos hace muchos años en los medios de prensa locales tuvimos ocasión de valorar su conocimiento científico, sus palabras cuidadas, su humor hidalgo, la sonrisa franca, la generosidad a la hora de compartir y de ponerse a disposición.

Sí. Siempre a disposición: de quien buscara su opinión médica, del que necesitaba un doctor y no tenía con qué pagarle, del padre que tocaba el timbre de su casa a cualquier hora con la esperanza de que él, y sólo él, podía proveerle el suero antiofídico para un ser querido o decirle qué hacer si había sido víctima de un alacrán o una araña.

El primer recuerdo que tengo del Dr. Esteso es de la escuela primaria, cuando Norma Casali de Lépore, Zulma Bergagna de Patiño y “Lolita” Marucco de Rodríguez -mis últimas tres querida maestras- lo invitaron a darnos una charla sobre la vinchuca y uno de los temas que lo preocupaba: el Mal de Chagas.

Años después, recurrimos una y otra vez para que nos hable de serpientes y cuanto bicho ponzoñoso andaba en los montes que hoy añoramos y era hasta inentendible que irradiara tranquilidad manipulando las víboras del serpentario del zoológico de Córdoba para hacer los sueros que tantas vidas salvaron. Vidas de olvidados peones de campo, de desaprensivos changos, de turistas desprevenidos.

Después discutió, polemizó, fue cuestionado y refutó. Pero, fundamentalmente, estudió y estudió sobre la factibilidad de que partes de un veneno pudieran derrotar la muerte por una enfermedad todavía sin cura: el cáncer. La cronotoxina era su esperanza no probada. ¿O sí?

Lo que pocos conocen, quizás, es que como a todo sanjuanino de ley le gustaba el buen vino. Y no sólo lo bebía. Lo que más disfrutaba era hacerlo.

En 2016 recibió las distinción Pío León por su trayectoria. Con su gomina eterna, sus particulares camisas con aspecto de guayabera, los lentes gruesos. Así caminó entre nosotros hasta que empezó a olvidar lo que sabía, se marchó a un mundo de preguntas sin respuestas y se entregó, en silencio.

La pandemia pone en riesgo nuestras vidas y nos priva de las necesarias despedidas. Como los antiguos de nuestras tierras, prefiero quedarme con la idea de que el Dr. Esteso sólo mudó de piel, como sus estudiadas culebras.  

13-05-2021

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