Rugbiers: las consecuencias de las “no consecuencias”.

Por: Adriana Felici.

Sociedad 03 de diciembre de 2020

Jesús María. La actitud altanera, despreciativa y xenófoba del equipo de rugby Los Pumas hacia la muerte de Diego Armando Maradona –versus el emotivo homenaje de los All Blacks- nos refrescó la memoria, algo adormecida quizá por la monotonía a que nos obliga la pandemia. Ahora, si a nosotros esta actitud –para la que no valen disculpas- nos refrescó la memoria, a Graciela Sosa y Silvino Baéz, se les deben haber revuelto las tripas. ¿Qué otra cosa sino asco pueden haber sentido los padres de Fernando Báez Sosa, brutalmente asesinado el verano pasado en Villa Gesell por un grupo de rugbiers emponderados por previas bravatas que no habían tenido consecuencias? 

Desde esa dolorosa noche del 18 de enero de 2020, para muchos argentinos la palabra rugbiers pasó a ser sinónimo de violencia y crueldad (aunque no todos los que practican este deporte sean violentos y salvajes). Pero recordemos que Fernando no fue la primera víctima de este tipo de acto demencial: el 19 de enero de 2006, Ariel Malvino  fue asesinado con similar saña por un grupo de rugbiers argentinos que –como él- veraneaban en Ferrugem, Brasil. Y tan solo un año antes, en enero de 2005, Marcos Spedale fue provocado y luego atacado ferozmente por un grupo de rugbiers mientras circulaba por el Barrio cordobés del Cerro de las Rosas. Marcos, igual que Ariel y Fernando, también murió a causa de la golpiza. Al momento de su muerte, Fernando y Ariel tenían 19 años, y Marcos16. 

Breve reseña del horror, y una gran pregunta: si los asesinatos de Ariel y Marcos hubieran tenido las consecuencias correspondientes, ¿la muerte de Fernando se podría haber evitado? 

 

Marcos

La madrugada del 8 de enero de 2005 Marcos Spedale y otros cinco menores (tenían entre 12 y 16 años), se cruzaron con un grupo de chicos de entre 16 y 18. Los grandes los provocaron, pero ellos eligieron ignorarlos. Lamentablemente, minutos más tarde, ambos grupos volvieron a cruzarse y los mayores redoblaron la apuesta; primero provocándolos, y luego al no obtener la reacción deseada, uno de los rugbiers mayores golpeó a uno de los más chicos. Ese fue el comienzo del fin de Marcos. Cuando dijo: "Por qué pegás; son chicos", los grandes se le abalanzaron y comenzaron la golpiza. Según testigos, Ramiro Pelliza, el único mayor de edad, le pegó una patada a Marcos y luego le dio una trompada, quebrándole el tabique nasal. Cuando cayó al suelo siguieron pegándole, hasta que Marcos murió broncoaspirado. Mientras moría, los agresores se refugiaban en una estación de servicio. 

Tras un largo proceso, fueron enjuiciados cinco jóvenes, y Pelliza recibió una condena a 15 años de prisión. Federico Carranza (19) fue absuelto, y otros tres, menores al momento del hecho, fueron condenados a seis años de prisión pero puestos en libertad. Dato extra: a fines de 2013 uno de esos “menores” fue condenado a dos años por golpear a su novia embarazada.

¿Qué pasó? Que a diferencia de lo ocurrido en Villa Gesell, donde los videos grabados por testigos y hasta por los propios asesinos fueron fundamentales para encarcelarlos, en 2005 no había celulares con cámara. Eso hizo que varios de los atacantes fueran absueltos o ni siquiera enjuiciados porque no hubo pruebas “irrefutables” de su responsabilidad.

 

Ariel

Ariel Malvino y murió el 19 de enero de 2006 tras haber sido golpeado durante una pelea en la peatonal de Ferrugem, en el sur de Brasil donde se encontraba de vacaciones con amigos. Hoy, todavía, los tres responsables, Carlos Andrés Gallino Yanzi, Horacio Antonio Pozo y Eduardo Braun Billinghurst , todos oriundos de Corrientes, están en libertad a la espera del juicio correspondiente. Pasaron 14 años y los responsables siguen en libertad. En teoría, el juicio estaba fijado para este año, pero la pandemia lo sigue retrasando. Nuevas excusas. 

 

Tristes coincidencias

En estos tres casoss, rugbiers, verano, poder y violencia parecen ir de la mano. En el más reciente, los ataques en manada eran parte de la diversión de las salidas del grupo. Hay un extenso récord de denuncias sobre peleas de varios de ellos contra víctimas siempre superadas en número. 

Ante el asesinato del Fernando, los medios y las redes sociales explotaron de indignación. Muchos culparon a los padres por consentir este accionar violento (recordemos que había antecedentes). Esta acusación es certera y vaya un ejemplo: la madre de una de las muchas víctimas de este grupo de Zárate denunció haber recibido la llamada de uno de los padres de los rugbiers “para arreglar” (para que la golpiza no pasara a mayores). 

Mala educación, impunidad, poder. Un combo fatal al que se le agrega el mal accionar de la justicia en los casos de Ariel y Marcos. Eduardo Braun Billinghurst, uno de los asesinos de Ariel, pudo seguir con su vida: se casó, tuvo hijos y se convirtió en empresario, y Horacio Antonio Pozo (otro de los tres implicados), también se casó, se recibió de veterinario y fue padre. En el caso de Marcos, Ramiro Pelliza salió en libertad por buena conducta tras 8 años de cárcel (recordemos que la sentencia fue de 15), y los menores sólo cumplieron la mitad de la condena. 

Marcos, Ariel y Fernando no pudieron seguir una carrera universitaria, convertirse en empresarios, casarse o tener hijos porque tres grupos de inadaptados los mataron. Pero volvamos a pregunta inicial: Si los asesinos de Marcos y Ariel hubieran recibido y cumplido las condenas correspondientes, ¿quizá los rugbiers que veraneaban en Villa Gesell lo hubieran pensando mejor y Fernando estaría vivo? Si los asesinatos de Marcos y Ariel no siguieran prácticamente impunes, ¿tal vez los rugbiers de Gesell hubieran entendido que las malas acciones tienen consecuencias? 

Hace 14 años que lo padres de Ariel esperan justicia; los de Marcos seguramente ya no esperan nada. ¿Y qué esperamos los que no teníamos vínculo con estos tres chicos? ¿Justicia? Por supuesto. Porque para muchos de nosotros, lo injusto nunca nos será indiferente. 

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