Los fantasmas del Cine Plaza.

Advertencia al lector: si tenés más de 45 años, vas a saber de qué  trata esta nota y quizás hasta te brote algo de nostalgia. Si sos menor de esa edad, irremediablemente vas a tener que googlear para entender, y quizás ni así logres respuestas para tus dudas. Es que hay recuerdos que se guardan en el corazón y en la memoria que el buscador de Google todavía no logró reemplazar.

Historias 14 de agosto de 2020
Cine Plaza 1

Jesús María. Como cinéfilo empedernido, soy uno de los que disfrutó, como muchos otros vecinos de la ciudad, la existencia del viejo y querido Cine Plaza (de él estoy hablando) en los dorados años ’80, hasta que cerró definitivamente sus puertas en 1987. 

Asociado a mi niñez y a las primeras salidas de juventud (la ida al cine era el programa oficial en esa época) siempre lo recordé con una sonrisa. Y esa devoción luego casi que se hizo profecía. 

Me explico: justamente el mismo año que cerró el cine local, el cantautor español Joan Manuel Serrat publicó su álbum Bienaventurados, uno de cuyos temas, “Los fantasmas del Roxy”, cuenta la historia de un cine de pueblo, que cuando se viene a menos es cerrado y en su lugar terminan instalando una sucursal bancaria. 

A partir de allí el autor juega combinando las actividades financieras con la aparición de presuntos “fantasmas”, que no son otra cosa que recuerdos de los grandes actores y actrices que desfilaron por la pantalla grande.

Una auténtica premonición: en Jesús María, con los años, el Plaza cedió su espacio al Banco Santander Río y hoy el edifico, nuevamente vacío, busca su nuevo destino. Casi una historia de vidas paralelas con la canción de Serrat.

 

Sepan aquellos que no estén al corriente,

que el Roxy, del que estoy hablando, 

fue un cine de reestreno preferente

que iluminaba la Plaza Lesseps.

(...)

Era un típico local de medio pelo

como el Excelsior, como el Maryland,

al que a mi gusto le faltaba el gallinero,

con bancos de madera, oliendo a zotal.

El Plaza era el típico cine de pueblo y -sobre todo- lugar de encuentro, a la mitad de la primera cuadra de calle Colón, justo al frente de plaza San Martín y al lado de la también histórica casa de deportes de la familia Sahade, pionera en su rubro.

En él, no sólo nacía la primera de las dos cuadras de la calle San Martín: todo el mundo iba allí a descubrir la magia de la pantalla grande, en función extra large. Los domingos, proyectaban dos películas en continuado y las colas para ingresar solían llegar hasta la esquina del Banco Nación.

El intervalo entre ambos filmes habilitaba la compra de los clásicos caramelos Sugus y si las monedas alcanzaban para un maní chocolatado…   ¡bingo!, era toda una declaración de estatus. 

También era el momento de gritarse cosas y cambiar bromas con los privilegiados que iban al palco del entre piso, hasta que el susto repentino por el revoloteo de algún murciélago impactado por la luz rompía ese hechizo.

Pocho y gato Bie

En su época de esplendor, el Plaza (propiedad de la familia Bié) daba dos funciones diarias, cada una de ellas con 350 butacas a pleno. Ni hablar de los supermartes de promoción o de los días especiales de películas “reservadas”, en los que los jovencitos de la época inflábamos el pecho y nos estirábamos como podíamos para parecer más grandes y aparentar los 18 años que habilitaban el acceso a la sala.

Promediaban los ’80 y con la incipiente primavera democrática avanzaba lo que se llamó en ese entonces el “destape”, que no era otra cosa que la posibilidad de ver un par de senos sin la censura y el espítiru de autocensura que nos había legado la dictadura militar. ¡Cómo se nos reirían, no ya los adolescentes, sino hasta los niños de hoy!

Yo fui uno de los que lloraron

cuando anunciaron su demolición,

con un cartel de: "Nuñez y Navarro,

próximamente en este salón".

 

En medio de una roja polvareda

el Roxy dio su última función,

y malherido como King-Kong

se desplomó la fachada en la acera.

 

Y en su lugar han instalado

la agencia número 33 del Banco Central.

Sobre las ruinas del Roxy

juega al palé el capital.

El cine Plaza no tenía 3D, ni sonido Dolby, ni aire acondicionado a full, ni butacas reclinables como los actuales. Muchísimo menos la calidad de proyección actual (el coro de chiflidos era un clásico ante cada cambio de cinta que interrumpía la película).

Pero fue allí donde sentimos miedo en serio por primera vez con el “tuntún, tuntún, tuntún” de la banda de sonido cada vez que aparecía “Tiburón”; nos enternecímos con “ET el Extraterrestre”, su bicicleta voladora y su voz ronca pidiendo “Go Home”; o soñábamos enfrentar al Lado Oscuro, empuñando una espada de Jedi, como en “La Guerra de las Galaxias”.

Una saga de películas que nos marcaron a los de esa generación y a la industria del cine toda. Allí nacieron los grandes tanques cinematográficos de Steven Spielberg y pelis que incluso hasta la fecha generan secuelas, precuelas, comentarios y hasta merchandising. “Volver Al futuro”, “Terminator”, “Indiana Jones”, “Rambo”, “Karate Kid”, por nombrar sólo algunas.

La agonía del Plaza fue lenta pero previsible. Los costos insostenibles, el cambio de hábitos de la gente, el alquiler de pelis en cineclubes. Muchos factores incidieron en la inevitable caída.

 

Pero de un tiempo acá, en el banco, ocurren cosas

a las que nadie encuentra explicación.

Un vigilante nocturno asegura

que un trasatlántico atravesó el hall

(...)

Y como pólvora encendida por Gracia y por La Salud

está corriendo la voz

que los fantasmas del Roxy

son algo más que un rumor.

Cuentan que al ver a Clark Gable en persona

en la cola de la ventanilla dos

con su sonrisa ladeada y socarrona

una cajera se desparramó.

En los años en que el local estuvo ocupado por el Santander Río (hasta que se mudó hace poco a calle Cástulo Peña) no se reportaron apariciones fantasmales de ninguno de los personajes que poblaron la pantalla del Plaza. 

Juancito Olariaga

Ellos ya sólo existen como recuerdo en nuestras mentes, lo que doblamos la curva de los 50. Pero ¿quién no se acuerda de “Juancito” Olariaga, el acomodador del cine y guardián de la ansiedad de todos los que querían entrar apurados, para no perderse ni siquiera las “colillas”, hoy “avances” o “tráiler”? ¿”Colillas2, dije? pfffff...  si hasta la forma de nombrar las cosas cambió. También vaga por ahí la imagen de “Pocho” Bie, con su gesto adusto y a veces casi paternal, cortando los tickets o atendiendo el kiosco, y de Juan Guglielmino (el querido “gordo Juan”), como empleado multifunción. 

Cine Plaza 2

Antes de convertirse en sede bancaria, el edificio del cine Plaza (todavía con su estructura original) albergó por poco tiempo una confitería y discoteca: Butterfly. Luego fue el turno de otro boliche: In Situ. También fue albergue de La Base, con una cancha de bowling (no había una desde los ‘70, cuando desarmaron la que tenía la Sociedad Italiana). Era, por lo visto, un lugar predestinado a la diversión.

Cine Plaza 3

Hoy, su diseño moderno y vidrios relucientes esperan por nuevos inquilinos, que seguramente estarán a la altura de lo que puede considerarse uno de los principales espacios comerciales céntricos.

Hasta circuló el rumor de un posible desembarco de Mc Donald, pero es muy poco probable. La escala de población y densidad que exige esa cadena para otorgar franquicias está muy lejos de la realidad de Jesús María: acá se almuerza a mediodía y hasta se duerme siesta. No hay muchos parroquianos acostumbrados a clavarse un Big Mac a las 10 de la mañana o a las 6 de las tarde, como pasa en los grandes centros urbanos. 

Y sí... todavía tenemos hábitos pueblerinos.

“No hay nada definido todavía. Estamos viendo”, me dijo Héctor Bie, propietario del local, respecto de lo que vendrá.

Mientras tanto, las carteleras y promos de películas se mudaron a la otra punta de la ciudad, al cine Molise. Aunque algunos de sus fantasmas sigan dando vueltas por nuestras cabezas.

Perdón por la nostalgia. Es la Jesús María que fue y que ya nunca volverá.

Por: Rubén Curto

Nota. Especial agradecimiento a Alvaro Monge, que gentilmente cedió registros de su invalorable archivo fotográfico.

14-08-2020