Daguerrotipos.

NOTA XVII. Fragmentos del libro homónimo, editado en septiembre de 2005 por la Municipalidad de Jesús María y el Ministerio de Gobierno, Coordinación y Políticas Regionales, incluido en el programa "Edición de Historias Populares Cordobesas". Un aporte para conocer más de nuestro pasado y entender el presente.

Historias 23 de mayo de 2020
La histórica Sociedad Italiana
Aquí funcionó la Sociedad Italiana, donde se instaló el primer cine

“El daguerrotipo fue el primer proceso de fotografía práctica, inventado por el francés Louis Daguerre en 1839. Se trataba de una imagen positiva única (sin negativo), registrada sobre una placa de cobre pulida y plateada, que se emulsionaba con vapores de iodo y se revelaba con mercurio. El daguerrotipo tenía los laterales invertidos, como si nos miráramos en un espejo”.

De volantas y automóviles.

Por las calles tierrosas  y arboladas andaban pocos autos. Detrás de  la nube de polvo se levanta el recuerdo: "Mi padre era mayordomo de la peonada  y mis hermanas iban al Huerto en un coche con capota, tirado por caballos".

Dice Elena y acompaña la imagen con su gesto. Allá van las hermanas Bertorini luciendo su pasar hacia el colegio de las monjas.

¿Y la volanta, Paula Berezín? ¿La de las cuatro ruedas?

"Mi padre la tenía, dice Paula, era tirada por caballos.  Y al poco tiempo de llegar a Jesús María fuimos a los carnavales. Mi padre adornó el carruaje con banderas de Suiza y Argentina y nos vistió a las hijas con los trajes típicos".

"Era como un homenaje, él sentía eso. Quiso unir su tierra con esta de ahora en la carroza. A nosotras nos gustó..."

"Pero había un señor Scagliotti, que era uno de los organizadores de las fiestas del carnaval, nos multó... porque no se podían usar banderas en esas actividades".

Para muchos los Clement eran excéntricos. En la calma pueblerina estos europeos eran demasiado modernos. Paula andaba en bicicleta y con su "audacia" pretendía ir al Huerto en el rodado. "Para las monjas ¡era escandaloso!" sonríe ella, divertida  con su inocente escándalo. 

"Como vivía lejos del colegio, en la otra punta de la villa, dejaba la bicicleta en Tucumán y Delfín Díaz, en una casa que todavía existe y... llegaba caminando a clases". 

Cuando la familia Clement llegó a Jesús María,  hacía poco que se había inaugurado el Hospital. Don Vicente Agüero lo había donado en un acto filantrópico cuyo beneficio persiste. El Hospital ha sido y es un eje vital en la salud de la ciudad y de zonas aledañas. Permanentemente  la manzana que ocupa recibe a pobladores que acuden de diferentes lugares. La  generosidad de Don Vicente Agüero tiene la continuidad que, tal vez, él soñó en su proyecto, cuando era un hombre que vivía la Villa

Y la medicina de esta región de la provincia de  Córdoba cuenta con una institución de excelencia en lo humano, lo profesional y lo edilicio.

Don Vicente tenía su casa en El Cortijo, en  Los Nogales. La bellísima construcción se conserva en ese barrio que todavía mantiene la serenidad. Y, un cierto aire de época, que se puede descubrir en ronda por las calles arboladas. Imaginado los carros o volantas o los primeros audaces automóviles que circularían levantando el polvo del progreso. 

Por allí vivían los Clement. Paula no conoció a este benefactor de la ciudad porque hacía poco que él había muerto.  

"Estaba la viuda" - comparte ella con el misterio y la admiración de su niñez- "Y ella tenía chofer... y andaba en un auto grande. Era un Fiat, de esos  grandes, con vidrio al medio".

Cómo no ver, con esos ojos, a la dama que saldría de "El Cortijo". Tal vez de guantes y  sombrero o,... por qué no, un misterioso velo? Y el Fiat ronroneando en las callejas hasta el centro de la villa para elegir en "los escaparates" un broche, probarse un "corset" o comprar el último periódico con noticias del mundo.

No sólo el Fiat de los Agüero traqueteaba las calles. Juan Ártico y Pepe Iraci habían resuelto comprar "a medias" el, que Don Chicho recuerda, fue el primer auto de Jesús María. Más... la intrépida máquina precisaba combustible para desplazarse: "Entonces... como no había donde cargar nafta mi padre, Don Juan Ártico, tomó la representación de la nafta Texaco".

Y los vehículos motorizados comenzaron, de a poco, a circular por Jesús María ante el asombro de los parroquianos y el alboroto de perros y chicos.

Trettel, años después puso un surtidor de YPF y el tercero en el rubro sería Don Elías Esteban, representante de la West Singer.

¿En cuál de ellas habrá cargado combustible la suiza Paula Clement?: "Como mi papá se enfermó de una pulmonía, doble tifus, entonces a mí me dieron el carnet a los 16 años" ¡Una mujer al volante en la villa!

Don Pepe Iraci, el primer adquisitor a medias del auto, con los años fue Defensor de Menores y político de acción en Córdoba. Lo que no supimos fue cómo compartían el uso del vehículo. Aunque podemos imaginar los primeros paseos haciendo sonar la bocina en las ochavas, las que previera aquel plano de Telfener y Pío León y del que el Padre Grenón nos diera precisiones.

 

Modositas , lindas y …de avanzada.

Jesús María era parte del mundo que avanzaba, era una sociedad en crecimiento, con todas las novedades de la época y un estilo de vida propio.

"Siempre estábamos pulcras, arregladas. Atentas a las normas sociales de entonces. La misa, por ejemplo... ir a la iglesia tenía sus códigos".  El eterno femenino se trasluce en lo que cuentan las mujeres.

"Para la misa, la que usaba mangas cortas tenía unas mangas que se ponía encima". Describe Elena y agrega, admonitoria: "No podían mostrar esa parte." Para después completar sonriendo: "Y si se te caía la mantilla , seguro que venía María Luisa Peralta y te la ponía de nuevo!. Esos controles tenías que tener".

La coqueta picardía cierra su comentario, acompañado por un gesto casi teatral: "¡ Y guay que se te te pasara la combinación o que cruzaras las piernas!"

Porota Torres y sus hermanas, dedicadas al estudio también participaban de la vida social: "Los sábados y siempre con las madres".

Este es otro código natural de la época, que no inhibió para nada la capacidad y el afán de saber que estas mujeres demostraron y que, visto con el tiempo, es un símbolo de la unión familiar.

"Donde está la Sociedad Italiana, allí se hacía... lo que se llamaba vermouth. Todo alrededor eran palcos. Ahí nos sentábamos con la madre, las tías , los abuelos. Y al centro se bailaba... se bailaba ..." Elena se mece como si el ritmo de un vals se escuchara en el lugar.

"Con las madres, por supuesto. Solas, nunca. Pero después, cuando ya fui más jovencita, más grandecitas, sí íbamos, pero hasta las doce de la noche."

 

Pasaporte a la magia…

Y fue en esa Sociedad Italiana donde un día la oscuridad de una sala estrenó la luz de la magia. El cine llegó a Jesús María!

Corrillos, comentarios, misterios... Muchos ya sabían de esta maravilla y la curiosidad era de todos. ¿Cómo era posible que una pequeña luz transportara tanta imagen? ¿Y cómo se movían?

Había que pagar para entrar a ese paraíso nuevo ,  que igualaba al pueblo en  el derecho al arte y que ya estaba en el mundo. Las grandes ciudades tenían sus salas cinematográficas. Las revistas mostraban las maquilladas caras de las actrices, los diarios contaban del éxito de los actores... Podía Jesús María abstraerse a ese misterio?

"Cuando tenía ocho o diez años íbamos al cine de la Sociedad Italiana. Pero había que salir a repartir boletines a cambio de la entrada..."

"Cuando empezaba la función, ya tenía que entrar toda la gente, y yo  estaba esperando en la puerta del salón para que me hicieran entrar. Había repartido todo...!"  Revive la ansiedad de la espera Alfredo Naum:

" Entonces, me agarraba Jacinto Furlán - yo era un niño de diez años y el tenía 20, o qué se yo, nueve y 19 - me daba una palmada en la espalda y me decía: -Ahora pasá, turquito."

"Y así íbamos al cine. Empezamos con cine mudo. Después vino el cine sonoro. Y en esa época - tuve oportunidad conocerlo - venía acompañada la película por un disco." "Yo tuve acceso a la casilla donde proyectaban la película y era un disco que tenía una base como de un metro y pico. Entonces, sincronizaban la película con el disco. Era acto por acto. Terminaba un acto, otro disco".

"La gente silbaba porque se cortaba".

Tenemos derecho a reir con emoción y sentir que Cinema Paradiso también cuenta la memoria de Alfredo y la de todos. Todos  los que somos capaces de quedarnos un rato frente a la Sociedad Italiana, o lo que fue el Cine Plaza, preguntándonos, cuándo se nos escapó la magia.

La levedad  nostálgica de Paula dice :

"Yo traía a mis vecinas a la matinee..., Don Teófilo Juri, de una familia tradicional fue el dueño del Cine Plaza..."

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