Daguerrotipos.

NOTA IX. Fragmentos del libro homónimo, editado en septiembre de 2005 por la Municipalidad de Jesús María y el Ministerio de Gobierno, Coordinación y Políticas Regionales, incluido en el programa "Edición de Historias Populares Cordobesas". Un aporte para conocer más de nuestro pasado y entender el presente.

Historias 14 de mayo de 2020
Agua Mansa
Una de las hermosas de entonces, ya demolida. Estaba en Bv. Agüero y López y Planes.

“El daguerrotipo fue el primer proceso de fotografía práctica, inventado por el francés Louis Daguerre en 1839. Se trataba de una imagen positiva única (sin negativo), registrada sobre una placa de cobre pulida y plateada, que se emulsionaba con vapores de iodo y se revelaba con mercurio. El daguerrotipo tenía los laterales invertidos, como si nos miráramos en un espejo”.

Casonas, baldíos y ranchos (III).

Todos coinciden en que las primeras casas importantes de la zona eran las de la familia Peña y la del Dr. Benjamín Castellanos, una a cada lado de la actual calle López y Planes, que era la entrada a Agua Mansa, una bella casa que pertenecía a la familia Caride Massini y una casa grande de la familia Caruccio.

Al frente de Peña y Castellanos, tenían media manzana los Liprandi Sosa y casi media manzana de una familia tucumana. Doblando hacia el Sur, por Italia, en la esquina con Gregorio Carreras, estaba Villa Coquito, otra casa muy linda que era de la familia Domínguez. Y al frente venía la familia Lazcano.

"Era la zona de la crema", insiste Don Chicho.

Con el tiempo, la casa de los Peña fue una pompa fúnebre muy suntuosa, y el Dr. Castellanos le dejó la casa a un Coronel de apellido Porto y se mudó al frente de la plaza Pío León, en la esquina de la calle homónima y Cástulo Peña.

"En esa casa donde vivía el Dr. Castellanos, vivía el Dr. Llerena, que era dueño de La Cotita - sigue el relato de Elena -. La Cotita se llama Cotita porque a la esposa de Llerena le decían la Cota. (...) Allí vivía el Dr. Llerena (Amadeo), que fue Ministro de la Nación".

Elena se refería al Dr. Juan Llerena Amadeo, Ministro de Cultura y Educación en 1978, quien había sido alumnos de la Escuela Nacional 21, más tarde Gendarmería Nacional.

Los Llerena eran de las familias tradicionales de la zona. Estaban emparentados a los Correa y a los León, dueños de la Estancia Jesús María entre la expulsión de los jesuitas y el loteo de la Villa Primera.

En 1903 donaron la Iglesia al Obispado y en 1942 harían lo propio con el casco, declarado Monumento Histórico Nacional.

Don Rafael Llerena murió en 1933. Había sido Senador por Colón hasta la Revolución de 1930, cuando debió soportar meses de cárcel.

Volviendo al Bv. Eusebio Agüero, otras de las familias tradicionales de esa zona eran los Rossi y los Trettel, quienes vivían en la tercera cuadra de la ancha y arbolada calle.

En la cuarta manzana comenzaba la propiedad de los Colombo, que ocupaba casi media cuadra hacia el Este y otro tanto hacia el Sur.

Siguiendo por la calle Vicente Agüero estaba la casa de los Toledo y, a la vuelta, frente al Hospital - por Gregorio Carreras - la de los Colautti, que se dedicaban, entre otras cosas, a hacer canastos.

Por el boulevard, los vecinos de los Colombo eran los Dichiara y, al lado, vivían los Tejerina.

Familia aristocrática de Córdoba, eran los visitantes ilustres que tenía el barrio. Tenían su casa en la esquina del boulevard y la calle Mariano Moreno. Años después le vendieron la propiedad a un tal Aquino, "un pintor muy conocido, y vinieron a veranear dos o tres veranos", según María Ester. Al tiempo la compró la familia Yofre, después los Salas y terminaron alquilándola los Tonellier.

Al frente, en la vereda Norte, toda la manzana era de los Maluf. "Venían de sombrero, y cuando llegaban nosotros salíamos corriendo, porque había una planta de castaña...", agrega María Ester, quien a cada rato reconoce: "¡Eramos terribles!".

Y le seguía la manzana de los Bergagna, que tenía dos casas, una en cada esquina: la de Fabio, sobre Mariano Moreno, y la de Luis, sobre Juan B. Alberdi. Cruzando el boulevard estaba su molino, la fábrica de fideos y el aserradero.

"Esos eran los únicos ricos del barrio" - acota Jorge Colombo -. "¡Tenían mucha plata!".

Doblando por Juan B. Alberdi, vivían los Ruiz. "Yo tengo un cuadro traído de Francia, que se los compré cuando se fueron", comenta Jorge Colombo. Primero venían de visita, desde Buenos Aires. Después se instalaron en la Villa. "¡Los jarrones que tenían!", exclama María Ester. "Que yo me acuerde, eran dos hermanas y un hermano", acota. Según cuentan, ellas tenían un gran talento artístico, y pintaban y tallaban.

Al Sur de la Plaza de las Carretas y de la calle Doménico Zípoli casi no había casas. Al Oeste del ferrocarril estaban los Hornos de cal de la familia Loza y cortadas de material; al Este, algunas casas; la Escuela del Trabajo, un hermoso y moderno edificio (actual Ipem 69); el Campo Municipal de Deportes (inaugurado en 1935 junto a la escuela antes nombrada); el Matadero (actual Obrador Municipal) y la cancha de Talleres, entre las que ahora con las calles Norteamérica y la Cancha, que tiene debe su nombre a ese "estadio".

Muy cerca pasaba una calle que unía la Plaza de las Carretas con Colonia Caroya, una diagonal que atravesaba la actual planta industrial de International Engines y pasaba por el costado del cementerio.

Este fue creado en diciembre de 1927, por iniciativa del intendente Elías Esteban.

Hasta entonces, los muertos eran enterrados en Malabrigo o en Colonia Caroya, donde el cementerio fue hecho a fines del siglo XIX.

De cualquier manera, había familias que no lo usaban, y los suicidados, por ejemplo, no podían ser enterrados en los Campos Santos.

En el siglo XIX, los cementerios habilitados eran el de la Iglesia de la Estancia Jesuítica Jesús María y uno que estaba sobre el Camino Real, entre el actual Museo y Sinsacate.

Más tarde, se hizo uno en el campo denominado El Salitre, detrás de lo que hoy es el predio ferial de Malabrigo de la Sociedad Rural de Jesús María. Ese Campo Santo funcionó hasta cerca de 1930.

En los alrededores de la ciudad estaban las estancias: Cabaña María Luisa, de Luis Revol; San Ignacio, de Manuel Verde; La Paz, de Julio A. Roca.

La más próxima a la Villa era La Florida, de Don Vicente Agüero, considerada la mayor del centro y Norte de Córdoba a comienzos del Siglo XX.

A semejanza del modelo que adoptarían las estancias porteñas más importantes de la época, se penetraba a ella por una calle de 18 metros de ancho, sombreada por carolinos, álamos y sauces, desde cerca de la Ruta 9 hasta llegar al casco.

Allí estaba la casa, construida con anchas paredes que la hacían impenetrable a los rigores de la estación, fuese frío o calor lo que molestase.

Las habitaciones, confortablemente amuebladas, gozaban de hermosas vistas y la quinta cercana proporcionaba la sombra de sus árboles frutales.

El campo se dedicaba fundamentalmente al engorde de ganado, pero también tenía hectáreas de tierra con viñas, que cultivaba un grupo de inmigrantes italianos.

En esta estancia nació Colonia Vicente Agüero, cuando el hacendado le regaló sus tierras a los friulanos asentados en el llamado Sandurí.

Todos estos hacendados integraron las comisiones directivas de la Sociedad Rural de Córdoba desde su fundación, en 1900. Cabe recordar que la Sociedad Rural de Jesús María nació recién en 1946.

Esa era la Villa que recuerdan quienes eran niños en las primeras décadas del siglo pasado. Esos eran sus alrededores. Don Pibe Mugni define con simpleza y contundencia los cambios: "Del año cuarenta y pico para adelante comenzó a agrandarse Jesús María. Pero eran cuatro o cinco casas locas, se puede decir. Había manzanas en las que había tres o cuatro casas y lo demás eran sitios baldíos, donde se prestaba para hacer las travesuras de los que éramos chicos chicos en ese entonces".

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