“Me quiero retirar”, dice “la chiva” Páez

Es un personaje que ya es parte de la postal  identitaria de la ciudad de Jesús María.  “Estoy esperando los 65”, anticipó en esta charla.

Sociedad 26 de junio de 2022 Natalia Balverdi
Chiva Páez

Jesús María. Rodolfo Héctor Páez, más conocido como “la chiva”, es una destacada personalidad de la capital de la doma y el folklore, no le esquiva balas al paso del tiempo, pero confirma: “Me quiero retirar, la noche me mató”. 

A los 63 años, el comerciante, emprendedor reconocido por “pasar música” en eventos sociales y llenar de sonidos las calles del “pueblo” con sus camionetas rodantes, anticipa lo que nadie jamás esperó: su retirada de la actividad que lo hizo tan popular por casi 40 años. 

“Me quiero retirar porque la noche me mató, no aguanto la noche; por ahí voy a las fiestas, pero me voy temprano, ya estoy arreglando mi casa, poniéndola linda para ir a comer asado con mis amigos; me armé un quincito con baño; estoy tranquilo”, dice “la chiva”, sin dudar de sus intenciones de acá a dos años, “porque el numero tiene que ser redondo”. 

 

La vida de un callejero.

Rodolfo Páez nació el 13 de enero de 1969, fruto del amor entre Miguel Ángel Páez, de oficio peluquero, y Blanca Luisa Gasparutti, ama de casa. Como resultado de esa unión, Rodolfo tuvo dos hermanos: Rubén, el mayor, ya fallecido; y Marta Liliana.

“Yo era muy inquieto de chico y mi hermano, como yo ‘chivateaba’ todo el día, me puso ‘chiva’”, comienza contando sobre el apodo que le acuñaron desde pequeño y por el cual hoy es reconocido en toda la zona. 

Pibe de Bº Pueblo Nuevoo “New Town”, como le decían en su casa -, con eterno domicilio en la calle Salta, asegura que no tenía amigos entre el vecindario porque se pasaba los días enteros en el centro. 

“Soy un tipo callejero; trabajaba en la terminal: vendía gaseosas; en verano vendía helados; en invierno vendía golosinas con una cajita y café a la mañana en los Bancos; tenía nueve años (...) Mi abuela me hacía el café, lo cargaba en dos termos y me compraba los tarritos; ella me enseñó a ahorrar”, dice con profundo orgullo sobre Eufemia, su abuela paterna. 

Transcurrió la infancia  “chivateando” por el centro, lustrando zapatos, vendiendo diarios y estudiando en la escuela José Manuel Estrada. Luego llegó la secundaria en el colegio Domingo Faustino Sarmiento, donde repartiría sus horas de estudio con el trabajo como operario en la empresa de Guma, “convite” de su amigo Raúl. 

Recuerda: “Estuve hasta Tercer Año, cuando me dijo mi vieja: ‘o trabajamos o estudiamos’. Así que me fui a Deán Funes, a Cadol de Cacorba – la empresa de transporte interurbano de pasajeros -. Mi hermano trabajaba en la boletería y allá fui yo. Estuve un año y después me vine para acá y me anoté en Tercer Año del colegio y lo terminé”.

 

Enamorado de la rodante.

Tenía 12 años cuando conoció al Grupo Scout de la Capilla de Fátima, lugar donde asegura haber sido genuinamente feliz en su vida, donde se hizo amigo de Eduardo Sánchez, uno de los tres hijos de Don Luis Sánchez, quien era dueño de la propaladora y radio de circuito cerrado San Isidro Labrador, origen de la Cadena Norte. 

Su amistad con Eduardo implicó visitas a la radio de la calle Julio A. Roca, donde empezó a observar el trabajo de técnica de quienes cimentaron la radiofonía de Jesús María y la zona. 

“Empecé grabando cassettes de discos; siempre me gustó la música; lo veía a Don Sánchez que hacía rodantes y me gustó mucho”, dice levantando la cabeza y mirando para arriba, sin disimular una sonrisa que devela un hermoso recuerdo. “¡Hacía publicidades tremendas!”, cuenta. 

Lo cierto es que, ni bien terminado el colegio, se instaló en la radio del pueblo: “Se vendían muchos combinados en esa é- poca; era un sistema acústico que traía tocadisco y radio. Ahí aprendí mirando. Luego me tomaron para reparación y con lo aprendido me vine al centro, donde empecé reparando grabadores, estéreos, ponía música en eventos con dos baflecitos, en cumpleaños y casamientos”. Ya hace unos 35 años que tiene su propio local. 

El negocio de “la rodante” empezó cuando tuvo un auto: “Un día viene Víctor Pérez –productor de espectáculos y ex propietario de locales bailables -y me dice quiere poner un boliche. Yo le dije que tenía dos equipos, que le daba uno viejito a cambio de una renoleta azul que tenía. ¡No tenía piso, no tenía nada!”. Mientras cuenta, se ríe al recordar el vehículo con el que empezó todo, hace 20 años atrás. 

 

Anticipando la retirada.

A todo lo dicho, súmele que a los 9 años lavaba copas en Cariño Botaoo, el primer gran boliche de la zona, y hasta organizó fiestas de egresados en la todaía existente Sociedad Italiana. Es imposible enumerar todo lo que hizo el papá de Matías y de Agustina y abuelo de Ciro y Amadeo. 

“La chiva”, con sus 63 años y con todo lo construido y andado, no deja de mencionar que en su historia de vida también hubo lu- gar para el amor: Silvana. Viudo hace 18 años, no vacila en decir que quien fue su esposa fue el a- mor de su vida desde los 25 años. “Los lunes nos íbamos a la plaza a darle de comer a las palomas”, cuanta con absoluta ternura y alegría. 

La vida fue pasando, dejando marcas y sueños que fue sobrellevando junto a sus hijos y sin dejar de trabajar. 

“Me dediqué a poner música, pero ahora ya no; me canso; voy a los eventos, preparo los equipos, los pongo a los chicos a trabajar, me despierto a las 5 de la mañana y voy a buscar las cosas”, dice sobre su nuevo estilo de vida. 

“Hoy tengo dos rodantes: la verde y la amarilla; trabajamos mucho con empresas, pero ya hice todo lo que quise y pude; mi ambición es llegar a los 65 y descansar; a Mis hijos les dejo muchas cosas que les van a servir”, termina diciendo, sin disimular su anhelo de retirarse y disfrutar, sin andar a los saltos, pero siempre “chivateando”.

26-06-2022

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